(Aquella última y gran liga en el Bar Marisol, ante su cierre inminente del 3 de diciembre de 2003.)
Amigo Juan León Morcillo.
Te escribo desde Granada, esta preciosa ciudad nazarí del sur de Andalucía, con la añoranza de nuestras ligas en el Bar Marisol de Quesada y sus paseos por el Jardín. Te doy las gracias por todos esos momentos disfrutados junto a mi padre, hermanos y familias compartidas; porque tu y tus hijos siempre habéis formado parte de la mía y nosotros de la vuestra.
Llegaste de Sabiote con tu carácter abierto y buen saber hacer, supiste ganarte el afecto de todo un pueblo, que te acogió como vecino y te acepto como un quesadeño más. Has dejado alegres semillas de cariño y afecto en todos nosotros; aunque te digo que las mejores semillas que has sabido cultivar, han sido tus hijas Luisa y Pepi (amigas y compañeras mías de colegio) y tu hijo Juan (para todos Juanito). Que te voy a contar de Juanito, solo que espero seguir disfrutando de él y de su amistad, compartiendo ligas y fiestas en su compañía todo el tiempo que me den permiso los dioses.
Recibe un fuerte abrazo de mi y de mi familia, que es la tuya.
Miguel A. Rodríguez.
P. D.:Siempre estarás en nuestros recuerdos y en las ligas del Bar Marisol.
Miguel Angel,
ResponderEliminarSoy Juan Ruiz León. nieto de Juan León (hijo de Pepi) A traves de mi tío Juan, hemos leido esta entrada en tu blog. Me ha hecho mucha ilusión tu recuerdo para él. No podrías haber definido mejor a mi abuelo.
Te dejo aquí una carta que le he escrito a él esta mañana, y que me gustaría que quedase aquí, junto a tu cariñoso recuerdo. Un abrazo
Buenos días abuelito. Aquí estoy, de vuelta a Madrid, hoy es lunes y tengo que trabajar (por suerte…) Ahora estoy preparando el proyecto de unas cimentaciones de unos puentes bastante largos, en Estados Unidos. Sé que te encanta todo lo relacionado con la construcción y la ingeniería. Recuerdo aquellas conversaciones en verano, tomando el fresco en Sabiote, hablando de todo ello, de cómo se hormigonaba un tablero, de cómo se ejecutaba un pilote de un puente, y tú me explicabas como se colocaban las vigas en el techo de una casa, cómo se construían tabiques, pilas maestras, fachadas, proporciones de arena, agua, áridos y cemento, para preparar el hormigón y mortero perfecto. De las clases de escaleras, de la restauración de la iglesia de Sabiote: cuando íbamos a la misa del día de resurrección, me señalabas el techo, explicándome cómo lo conseguisteis con los pobres medios de aquella época. Nada que ver con hoy en día, que todo es mucho más fácil.
Te recuerdo con traje, espalda recta como una vela, cabeza alta, elegante, saludando y siendo saludado por todas las gentes que te cruzabas por la calle…”Juan, ya está aquí el nieto ¿eh?” Siempre me cogías por el antebrazo al caminar juntos.
Te recuerdo subido al tejado de tu vecino en Quesada. Sería verano del 97 más o menos. Te subiste como un mono. Fue cuando las esparragueras de la abuelita se fueron directas al tejado de Policarpo. Ese verano estuve varias semanas con vosotros, y un día nos fuimos a cenar los tres a una terraza que habían dispuesto en la “avenida del colesterol”. Recuerdo que pedimos morcilla frita, ¡qué rica estaba! Esa noche conversamos los tres durante un buen rato, me contasteis anécdotas de cuando erais jóvenes.
Te recuerdo ligando en el bar Marisol de Quesada, rodeado de gente, bromeando, riendo con amigos, siempre con traje y corbata, la espalda recta, elegante. Paseando contigo el día del “Resucitao” por Sabiote, la gente te decía “Juan, ¿y el cornetín?”. No te gustaba como toca la banda de ahora, no lo hacen bien según tú, y ponías caras raras para burlarte de ellos….y yo me partía de risa. Como cuando estabas ligando, y algún amigo, amigote o monicáncano (las tres clases de amistades que existían en el mundo, según tú) decía alguna mentira (embuste) y te ponías el pañuelo en la cabeza…
¿Te acuerdas cuando terminé la carrera y fuimos a celebrarlo a La fábrica? ¡Qué buen rato pasamos allí!
Recuerdo cuando dormíamos juntos en verano, alguna vez en la terraza de la casa de Quesada. Cuando contabas historias de tu madre, o de aventuras con tus hermanos…las sobremesas cuando iba con mis padres a comer algún domingo, a Quesada o Sabiote.
Te recuerdo escribiendo, todas las mañanas escribiendo.
El otro día, enterramos tu cuerpo. Pero solo eso. El resto se queda aquí, con nosotros. Se queda en tus hijos y en tus nietos. Tú estás presente cuando miro a mi tía Luisa, mi tío Juan y a mi madre Pepa. Estas presente, cuando veo a mis primos. ¡Qué orgulloso debes estar de todos ellos! Sigues con nosotros cuando la gente recuerda tu forma de ser, tu alegría, tus ganas de vivir. VIVIR. Te has inundado de vida todos los años que hemos compartido contigo. Nos has inundado de vida.
Ahora que ya no estás, espero, mi abuelo, mi amigo, que te tomes, dondequiera que estés, un vaso de vino a mi salud, acompañado de un poco de mojama. Que, en el lugar donde haya finalizado tu viaje, pasees con tu traje y corbata, la espalda recta como una vela, elegante. Siempre te recordaré así.
Tu nieto Juan
Perdóname que haya tardado unos días en escribirte pero pensé que con todo lo que tienes que contar allí a los tuyos ibas a estar hasta arriba de visitas. Ahora que más o menos nos vamos haciendo la idea de que te has ido por un tiempo largo quiero confesarte lo que a veces no nos atrevemos a decir, cara a cara. Sé que he sido el nieto más raro que te ha salido. Sí, se veía venir. Ni he salido torero como tú querías, ni ingeniero de caminos, puentes y canales como el primo Juan y veremos a ver si seguimos borrando pizarras. Y es que viendo que estaba todo tan difícil me he hecho poeta. Y quiero ser de los buenos, de esos que les dedican buenos romances a las mujeres guapas, de los que utilizan los adolescentes para enamorar a la vecina del quinto, de esos de los que nos acordamos cuando no sabemos ni qué decir... Todavía guardo en mi carpeta los dibujos que hicimos juntos en la azotea mirando la Sierra de Cazorla esperando que algún lobo viniese o que la abuela subiera a tender para que nos trajera las tostadas de media mañana... Después me he vuelto más raro todavía abuelo y me ha dado por el surrealismo. Eso de poner más ojos de la cuenta y peces con hombreras no te entraba mucho. No te preocupes, a mí tampoco, pero es por hacer algo...
ResponderEliminarLa abuela dice que ya no tiene más ganas de coser, que todas las sábanas están preparadas para cuando nos casemos con nuestras iniciales bordadas. Cuando duerme la siesta echa de menos ese otro lado, ese cojín mal puesto que te servía para roncar menos, esa pastilla que ahora sobra después de comer y llora de vez en cuando porque se acuerda de su nene. Yo quiero ser como tú, tener a alguien sesenta y tres años junto a mí, que sepa todo lo que hago mal y aún así me quiera, que coma lo que yo aunque no le guste, que me arrope en mitad de la noche... Pero vamos por mal camino abuelo, veremos a ver si estreno la funda del colchón...
Por cierto, en el bar Marisol, donde nos íbamos a ligar, te han dedicado un rincón para que quien quiera pueda despedirse. Todavía huele a Brumel, a corbata, a mojama... Mi madre también llora, pero a escondidas. Yo lo sé porque cuando la miro siempre me sonríe, para encojer los ojos y no lo note. Porque te has ido y justo ahora que viene el verano y tocaba venirte a casa. Bueno, ahora vas a estar siempre. Yo lo sé.
¿Sabes abuelo? El mismo día que te fuiste tuve una exposición en frente de tu casa. Sí sí, en el Museo Zabaleta. Me hubiese encantado que estuvieras a mi lado. Con lo pachucho que estabas los últimos días iba a ser difícil que estuvieras pero lo maquinaste todo para estar. Y te noté. Te lo quiero agradecer. Por eso quiero prometerte que seré cada vez menos raro, que cuidaré de tu nena, que aprenderé a ponerme por fin la corbata, que me leeré la biografía de Peces Barba y que querré más a los que me quieran. Y que siempre que alguien me invite a un fino brindaré en tu nombre: yo fui el nieto raro del Maestro de la Villa de Quesada.
Te quiero, abuelo.
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